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En general, las setas están muy buenas crudas, en ensaladas, cortadas en finas láminas. En caso de cocinarlas, debe hacerse de manera rápida, si no se vuelven gomosas y pierden todo su aroma. Hay que retirar gran parte del pie de las setas. Debe eliminarse también la tierra que lleva adherida, pero nunca sumergiéndolas en agua, pues perderían su aroma, si no que lo haremos con un cepillito o paño.
La seta ha sido de siempre un providencial alimento de pobres. Pero su alta calidad gastronómica la convirtieron en comida-manjar para príncipes. Es fuente de vitamina B, D2 y K, aparte de minerales como fósforo, zinc, potasio y hierro. Su extracto seco contiene hasta un 12% de proteínas, un 5% de glúcidos y no tiene grasas.
Y si bueno es su valor dietético, no menos lo es su poder gastronómico. Se puede preparar un menú desde el aperitivo al postre. Existen pocos aromatizantes como la seta y hay recetas tan variadas, suculentas y deliciosas como las setas a la brasa, a la bordelesa, la sopa de hongos, a la provenzal, salteados, revueltos y mil recetas más.
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